El 10 de julio de 1997 la banda terrorista ETA secuestró a un joven concejal del Partido Popular de Ermua, que, 48 horas después, asesinó a sangre fría. Marcó un antes y un después, en la medida en que inauguró el principio del fin de la banda terrorista ETA.
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El secuestro y atroz asesinato de Miguel Ángel Blanco conmocionó a España con tal violencia que, veinte años después, su recuerdo aún sigue grabado a fuego en el corazón de los españoles.
Bajo amenaza de muerte, los etarras dieron un ultimátum de 48 horas para que el Gobierno trasladara a cárceles del País Vasco a 600 de sus presos distribuidos por territorio nacional. Para muchos “un vil chantaje frente al que no se podía ceder”, para otros “una petición imposible de cumplir en tan corto plazo”. Se trataba en realidad de una cruel venganza de la banda, apenas una semana después de la liberación por parte de la Guardia Civil del funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara, después de 532 días prisionero en un zulo de ETA.
ETA consumó la barbarie después de 48 agónicas horas que finalizaron con dos tiros en la nuca de Miguel Ángel Blanco.
“PAVOR”, “IMPOTENCIA”, INDIGNACIÓN”, “IRA”, “MIEDO”, “RABIA”, PERO TAMBIÉN “ESPERANZA”, ESTOS SON LOS SENTIMIENTOS CON LOS QUE LOS ESPAÑOLES AFRONTARON EL ATROZ ASESINATO DE MIGUEL ÁNGEL BLANCO.
La angustia comenzó el día 10 de julio. España se paralizó con el secuestro. Millones de personas llenaron las calles de las principales ciudades del país para pedir su liberación.
La geografía española estalló en llanto y rabia, la noticia corría como la pólvora…
Un asesinato a cámara lenta que escribió una las páginas más tristes de la Historia de España.
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